jueves, 20 de enero de 2011

Burn y el extraño mundo de Orgas cap.12

Capítulo 12
"Hace casi un año"


Ya terminado aquellos asuntos con el cartero, Burn empezó a cuestionar a sus nietas. Ellas con entusiasmo respondían a sus dudas dando lugar a la conversación de la siguiente manera:
-Nietas respóndanme, ¿Cómo llegaron aquí? –Preguntó Burn-, nadie volvió a saber de ustedes después de que fueron por el pan aquella tarde de invierno hace casi un año. ¿Qué fue lo que pasó con ustedes todo este tiempo?
-Lo sentimos abuelita –respondieron ambas niñas-.
-Después de comprar el pan –explicaba Lexa-, como solíamos hacerlo cada anochecer, se nos ocurrió un día visitar aquella tienda de antigüedades que nuestra mami gustaba de visitar. Nosotras habíamos juntado algo de dinero y queríamos comprarle una estatuilla que a ella le encantaba.
-Si –prosiguió Hina-, queríamos comprar esa estatuilla antigua, aquella que era un ángel hermafrodita con lágrimas de sangre y plumas de cuchillas en la punta de sus alas; las cuales, se encajaban y cortaban la propia piel del ángel.
-Nuestra mami adoraba esa estatuilla –continuó Lexa-, es por eso que quisimos comprarla, en su honor, ya que nuestra mami desapareció exactamente 1 año antes de ese día. Nosotras esperaríamos a que volviera para dársela de regalo.
-Cuando llegamos a la tienda a comprar esa estatua –dijo Hina-, el dueño de esa tienda se presentó ante nosotras y nos dijo “Hola hermosas niñas, mi nombre es Dinoblazzer, ¿En qué les puedo ayudar?”. Nosotras le dijimos que veníamos a comprar esa estatua que tanto le gustaba a nuestra mami y entonces el nos respondió “Ahh, ya veo, si a su mami le encantaba esa estatuilla entonces ustedes deben ser las pequeñas Lexa y Hina. Su mami siempre venía a ver esa estatuilla, pero nunca la compraba. Cuando venía decía que esa figura le recordaba a ella misma. Ella me explicaba el porqué le gustaba, pero la verdad yo nunca le presté atención, yo prefería preguntarle cosas sobre su hermosa hermana Neea”.
-Entonces, el dueño de la tienda –prosiguió Lexa-, nos vendió la estatuilla y no la guardó en una caja negra y nos dijo que la última vez que vio a nuestra mami fue hace poco menos un año. Al parecer después de que desapareció ella llegó a visitar aquella tienda por última vez. DinoBlazzer dijo  que esa última vez lloró discretamente con cara de melancolía sin decir una sola palabra. Dino le preguntó que si quería llevar la estatuilla por un precio más barato, pero ella sólo sonrió y moviendo la cabeza rechazó la oferta y se marchó.

-El señor de la tienda nos dijo que nuestra mami se había ido al noroeste –dijo Hina-. Nos señaló la dirección y el camino que tomó. Nosotras decidimos ir a echar un vistazo, para ver si podríamos tener una pista del paradero de nuestra mami. Caminamos y caminamos un par de horas hasta llegar a lo que parecía un bosque. Eran árboles muy secos pero aún tenían hojas. Las hojas de los árboles no eran anaranjadas como solían ser a vísperas de invierno, ni mucho menos eran verdes cual si estuviesen llenas de vidas. Las hojas más bien tenían un color algo grisáceo… parecían sin vida. Nos adentramos un poco al bosque y pudimos apreciar varias cosas: los árboles tenían muchas tajadas y grietas, había animales muertos que parecían ser violados, algunas ramas se incrustaban en cráneos humanos y de entre algunos huesos brotaban hermosas flores color índigo.
-Después de admirarnos un poco con la fúnebre belleza de ese pequeño bosque –explicaba Lexa-, un hombre alto y solitario nos pregunto qué hacíamos allí. Le dijimos que solamente paseábamos y el tipo me dijo que me duplicaría mis powers, digo, mi dinero si nos comíamos sus  dulces.
-Nosotras aceptamos -prosiguió Hina-, el hombre se veía amable y sin malas intenciones.
-¡Pero después de unos segundos de comer los dulces nos desmayamos! –exclamó Lexa.
-¡Coño, no jodan! –gritó Burn.
-¿Qué pasa abuelita? –dijeron las niñas desconcertadamente.
-Esos huevos de pez chileno me cayeron mal al estomago –respondió Burn-, necesito ir al baño.

Al ser interrumpidas, las niñas le indicaron a su abuelita donde se encontraba el baño, “al fondo a la derecha”.
Cuando Burn caminaba hacia el baño para desechar toda la inestable masa fecal que se encontraba atormentando sus intestinos, vio a un hombre de baja estatura. Aquel hombre tenía un aspecto demacrado, con una mirada atormentada y desesperada. Burn supuso que era uno de los habitantes de esa casa. El tipo volteó a ver a Burn pero inmediatamente bajó la mirada y se volteó para meterse rápido a un cuarto el cual tenía una “L” inscrita en la puerta. Al llegar al baño, Burn notó que estaba muy perfumado con velas aromáticas, el escusado semejaba una boca de un rostro con gestos de tristeza. El baño tenía espejos en las paredes paralelas, los cuales daban esa ilusión óptica de estar atrapado entre infinitos reflejos.
Burn hizo todas sus necesidades, sin culpa ni pena, mientras un gato blanco de aspecto puerto riqueño  asomaba su ojo curioso por una ventana. La mirada pervertida de ese gato incomodo a la pobre Burn, así que ella le arrojó un pedazo de jabón para ahuyentarlo mientras gritaba enojada: “Gato vete a la verga”. Cuando Burn acabó de hacer sus necesidades vio que el gato se asomaba otra vez por la ventana, entonces, Burn rápidamente cogió al gato de las orejas y recibiendo unos cuantos rasguños logró amarrar al gato de las extremidades usando el adhesivo de algunas toallas femeninas que encontró en la basura. Una de las toallas tenía un pequeño embrión el cual introdujo en el ano del gato. Posteriormente, Burn usó al gato para limpiar su ano de la mierda que había excretado y usó la cola del gato para poder limpiarse más profundamente. Al acabar con toda la higiene de sus partes íntimas, puso al gato en el escusado y tiró de la cadena, lavo sus manos y salió del baño olvidándose del pobre gato que giraba con su pelaje lleno de mierda. 

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